
Las exportaciones de frutas y verduras del vecino país deberían llegar a US$ 3.944 millones este año, un crecimiento de 358% en una década. Un marco legal que se adapta a la realidad del agro, así como obras de riego y la “importación” de asesores chilenos, explica el violento crecimiento peruano.
Las cifras comienzan a acumularse. Una tras otra muestran la misma tendencia: Perú vive un boom de exportaciones agrícolas.
En octubre, el gremio de los productores de uva de mesa de ese país lanzó una proyección para la temporada de exportaciones 2019-2020: saldrán 410 mil toneladas de esa fruta, 15% más que en la campaña anterior.
Ese mismo mes, iQonsulting y UvaNova realizaron su pronóstico para la nueva temporada de la uva de mesa chilena: 643.620 toneladas, una caída de 1,6% respecto del año pasado.
Hay que tener en cuenta que hace solo un lustro la producción de uva de mesa en el Perú era un tercio de la chilena.
En arándanos el ascenso peruano es aún más notable. La proyección de la industria es que en la temporada 2019-2020 roce las 100 mil toneladas en envíos. ¿Qué pasa con Chile? Se mantendrá en torno a las 115 mil toneladas.
La producción de ese berry era casi inexistente en Perú hace diez años.
—Perú avanza a una gran velocidad. Ha hecho en una década lo que a Chile le tomó tres o cuatro —afirma Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut.
Y la locomotora peruana no da visos de frenarse.
La Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (Agap) afirma que en 2013 ese país era el octavo exportador mundial de paltas, mientras que en 2023 debería tener un sólido segundo lugar. En el caso de los arándanos, en esa misma década debería pasar desde ser el exportador número 16 a terminar siendo el número uno.
Según la Agap, en 2013 las exportaciones agrícolas peruanas, incluyendo frutas y verduras, llegaron a US$ 1.525 millones. Su proyección es cerrar 2019 con envíos por US$ 3.944 millones y alcanzar los US$ 5.549 millones en 2021 (ver infografía).
Las razones del crecimiento peruano son varias: desde la importación de conocimiento técnico desde Chile, hasta la llegada de inversionistas locales de otros sectores de la economía, pasando por un marco legal que permitió dar seguridad a las inversiones.
Tampoco hay que olvidar los numerosos proyectos de riego que han impulsado la creación de nuevas zonas agrícolas, tanto en el norte como en el sur del Perú. Se estima que en los últimos años se agregaron 258.500 mil hectáreas bajo riego.
Para tener un punto de comparación, el sector frutícola chileno suma 342 mil hectáreas en total.
A continuación, algunas de las claves que explican el notable ascenso peruano.
Giro proinversión
Con la consolidación de la apertura económica promovida por Alberto Fujimori a mediados de los 90, comenzó a generarse un marco para que los inversionistas empezaran a ver con nuevos ojos la agricultura. El país venía de un período de aguda violencia rural en la década anterior.
—La agricultura moderna peruana comienza poco antes del cambio de modelo económico, a partir de las plantaciones de espárragos en los valles de Ica y Chincha, pero el crecimiento relevante se da a partir de ese cambio del modelo y principalmente con la promulgación de la Ley de Promoción Agraria —sostiene Alejandro Fuentes, gerente general de Don Ricardo, empresa agrícola nacida en el valle de Ica.
Cifuentes destaca que esa legislación, que fue implementada a comienzos de la década del 2000, permitió una flexibilidad laboral adaptada a las características del trabajo agrícola, además de imponer un impuesto a la renta del 15%. La primera es muy relevante, pues antes la legislación solo permitía contratar trabajadores por un año completo. Al abrirse la posibilidad de contratos temporales, se facilitó el desarrollo de labores frutícolas como la poda, raleos o empaque.
Este año la Ley de Promoción Agraria, en vista de los resultados, se extendió por otros 10 años.
En un movimiento que tiene similitudes con el camino seguido por Chile, Perú se lanzó luego a firmar acuerdos comerciales con las principales potencias comerciales, incluyendo China, Estados Unidos y la Unión Europea. La rebaja de aranceles, sumada a las aperturas sanitarias, abrió el mundo a la oferta agrícola peruana.
Clima correcto
Una de las principales quejas de los habitantes de Lima, más allá de los tacos a la hora de manejar, es la falta de sol. La capital del Perú, así como casi toda la costa, vive bajo un casi eterno manto de nubes. Rara vez hace frío, ni tampoco un calor intenso.
En palabras simples, la costa peruana se asemeja a un invernadero al aire libre.
Es precisamente en esa área donde se ha desarrollado la agricultura moderna peruana. La producción tradicional todavía se da en los valles interiores, hacia la cordillera de los Andes, y básicamente está dedicada a la subsistencia. Se trata de propiedades muy atomizadas, con dificultades para llegar a una escala comercial.
La zona costera, por el contrario, solo comenzó a despegar a partir de los grandes proyectos de riego de las últimas décadas. Muchas de esas áreas no tenían producción agrícola y no son raras las postales de huertos frutícolas en medio de arenales.
Las condiciones climáticas costeras permitieron el surgimiento de la agricultura que corre en modo turbo.
—En Perú puedes demorarte 18 meses en que una parra de uva de mesa entre en producción, mientras que en California o Chile vas a tener que esperar tres o cuatro años para empezar a tener una producción relevante. Esa velocidad ayudó mucho en la rentabilidad de las inversiones, pues los retornos son más rápidos —explica Manuel José Alcaíno.
Otro elemento beneficioso del “invernadero al aire libre” costero y su rápido desarrollo de los frutales es que se pueden sacar conclusiones comerciales y productivas muy rápido. Si una variedad no sirve, rápidamente se puede sacar del sistema productivo. Esta es una ventaja en industrias como la uva de mesa, en que existe una creciente oferta de nuevas variedades patentadas.
Llegan los extranjeros
—Una de las ventajas de Perú es que tenían muy cerca el conocimiento necesario para levantar su industria frutícola. Los inversionistas llevaron el know how desarrollado en Chile a través de varias décadas. Los asesores chilenos ayudaron a levantar la fruticultura peruana —sostiene Rodrigo Manasevic, director de Utilitas.
Pocas áreas del agro exportador peruano están libres de la influencia de su vecino del sur. Desde asesores en producción de uva de mesa hasta los arándanos.
—Diría que hubo una importación masiva de asesores, desde agrícolas hasta expertos en poscosecha, refrigeración. Inicialmente eran chilenos, luego también se han incorporado profesionales de Estados Unidos y de Israel —sostiene el empresario Rafael Ibarguren, dueño de Agrícola Don Ricardo.
La influencia externa también se ha manifestado en la llegada de inversionistas extranjeros.
—En el último par de años, los fondos de inversión internacionales se han metido en Perú. Para ellos es una oportunidad importante para adquirir proyectos frutícolas con superficies importantes. Ves que algunas empresas hacen plantaciones de 1.000 hectáreas de arándanos. Son tamaños difíciles de conseguir en otros países y que se ajustan mejor a su perfil de inversiones —sostiene Manuel José Alcaíno.
Ibarguren agrega que la llegada de capital no solo se limita a grandes financistas de países desarrollados.
—En el último tiempo he notado un mayor interés de empresas agrícolas chilenas por instalarse en el Perú. Hay compras en el norte. En Ica también se ven visitas de empresarios chilenos —afirma Rafael Ibarguren.
Obras de riego
Los cálculos de los empresarios agrícolas peruanos es que la zona costera del Perú —donde vive la mayor parte de la población y crece la actividad agrícola— recibe el 2% del agua dulce disponible en el país. El resto fluye de la cordillera de los Andes hacia la cuenca amazónica.
Por eso, en el último medio siglo, diversas administraciones han anunciado proyectos para desviar parte de esa agua hacia la costa. La mayoría solo han quedado en planes. Sin embargo, las pocas que se han ejecutado, han tenido un impacto profundo.
—Las grandes obras de riego han sido claves para el crecimiento de la agricultura moderna. Mucha de la cual hoy está situada alrededor de estas obras: Olmos, Chavimochic o Poechos, por ejemplo. Estas han permitido que pueblos enteros crezcan y se desarrollen (algunos de manera caótica) alrededor de estas irrigaciones. Muchas de estas poblaciones hoy en día tienen full empleo gracias a la agricultura moderna —sostiene Alejandro Fuentes.
Según cifras de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú, los proyectos hídricos desarrollados hasta ahora han permitido mejorar 183 mil hectáreas agrícolas. Adicionalmente, los proyectos listos y en ejecución agregarán 258.500 hectáreas a la producción de alimentos.
Por ejemplo, solo la segunda parte del proyecto Jequetepeque-Zaña, en la zona de Lambayeque, en el norte del Perú, que está en plena ejecución, agregará 31 mil nuevas hectáreas y mejorará el riego de otras 15.000 hectáreas.
190 mil hectáreas de agricultura moderna tiene Perú, según la Agap, equivalente al 4,4 por ciento de la superficie agrícola total del país.
13 fue el lugar de Perú en el ranking de mayores países exportadores de frutas y verduras en 2018. En 2010 era solo el número 28
Fuente: Revista del Campo, El Mercurio
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