
Tienen menos de 45 años, una activa vida gremial local y se abren paso en la SNA y Fedefruta. Participan tanto en la discusión de las políticas del control de plagas, como la Lobesia botrana y la Drosophila suzukii , hasta en la definición del perfil de la carrera de Agronomía de la nueva Universidad de O'Higgins. Varios de ellos tienen estudios de posgrado y son la contraparte técnica del SAG a nivel local. Quieren aumentar el uso de tecnologías
Se está produciendo una renovación en los gremios. Por ejemplo, a Fedefruta han entrado nuevos consejeros. Hay una apertura a los jóvenes, impulsada por Jorge Valenzuela”.
Felipe Rieutord
Asociación de Agricultores de San Vicente, Peumo, Pichidegua y Las Cabras.
Raimundo Arnaiz tiene a su cargo 300 hectáreas de nueces en Requínoa. La familia planea aumentar en otras 100 hectáreas, pero en fruta fresca. Lo más probable es que la mayoría de lo que se plante sean cerezos.
Sin embargo, tiene un oído puesto en lo que habla su vecino de asiento en el encuentro con Revista del Campo.
Felipe Rieutord tiene una cantidad similar de superficie frutal. Eso sí, diversificada en varios rubros, desde carozos a kiwis, pasando por peras y paltas. “Somos los únicos en Chile que estamos arrancando paltas y plantando kiwis”, dice entre carcajadas. Los huertos están esparcidos por Graneros, Chimbarongo, Pelequén y Peumo. Todos en la Región de O'Higgins.
Rieutord, en todo caso, cuenta sobre su experiencia con algunos carozos. Explica algunas decisiones técnicas que tomó para mejorar el desempeño de los huertos. Saca su celular y muestra un cuadro con los costos que ha tenido.
—Ese interés por compartir información no es habitual en el agro —explica Arnaiz.
El nogalero recuerda que cuando partió en la producción hace casi una década y media le costó que otros agricultores le contaran acerca del rubro.
—Me llamó la atención. Era difícil meterse en ese círculo.
Arnaiz, que tiene 39 años y es veterinario de formación, decidió que lo suyo sería juntarse con otros agricultores para compartir información.
—Cuando creces entre pares, lo haces más rápido que si trabajaras solo.
Arnaiz lleva un lustro trabajando en el área técnica de Chilenut —el gremio que reúne a productores y exportadores de nueces. No contento con eso, es director de la Asociación de Agricultores de Requínoa, así como de la Asociación de Canalistas de Cachapoal. También es consejero de Fedefruta.
Su contertulio, Felipe Rieutord, de 43 años, no está tan lejos en cuanto a trabajo gremial. Es uno de los líderes de la Asociación de Agricultores de San Vicente, Peumo, Pichidegua y Las Cabras. También es consejero de Fedefruta.
—Es un esfuerzo grande. Por ejemplo, el otro día salí de mi casa en la mañana para ir a Fedefruta y otras reuniones en Santiago. Volví a las diez y media de la noche. En todo caso, lo peor fue el pago del estacionamiento del Municipal. Jaja. Eso me dolió.
La conversación ocurre en la sala de reuniones del Centro de Investigación Rosario (CER), en Rengo.
José Miguel Figueroa, de 32 años, es el anfitrión. Es gerente y cofundador del CER hace casi una década. Ahí se hacen ensayos sobre técnicas de manejo y productos para la fruticultura.
A la mesa también llega Andrés Olivos, que con 39 años es candidato a doctor en la Universidad de California en Davis. Olivos trabaja en el área de investigación y desarrollo de la homónima empresa de riego. Además, es director de Prunova, organismo que reúne a productores de ciruelas deshidratadas.
Todos viven en torno a la fruticultura de la Región de O'Higgins. Pocas veces se ven las caras eso sí.
Además de sacar adelante sus trabajos, cada uno tiene por si solo una activa vida gremial. Su punto de encuentro es Prosexta, un grupo heterogéneo de “sub 45” ligados al negocio de la fruta. Funciona en forma virtual —WhatsApp mediante— para organizarse, poner en el tapete de la discusión pública la mirada técnica de los agricultores, así como para fomentar la transferencia de experiencias e información entre pares.
Su huella está presente tanto en la discusión de las políticas del control de la Lobesia botrana y la Drosophila suzukii, como en la definición del perfil de la carrera de Agronomía de la nueva Universidad de O'Higgins.
Representan la nueva generación que está marcando la renovación del corazón frutícola de Chile, la Región de O'Higgins. Una zona que está con el acelerador a fondo. Ya suma 85.284 hectáreas de huertos, según el Catastro Frutícola de Ciren-Odepa de 2018, un crecimiento de 10,3% en solo tres años.
Interés por compartir experiencias, alto nivel de capacitación profesional e impulso a la investigación y desarrollo local, son parte de sus principales características de los jóvenes que son parte de la revolución frutícola de O'Higgins.
Decisiones informadas
—Es una generación menos intuitiva. Nosotros para hacer cosas necesitamos un número —sostiene Andrés Olivos.
Aunque valoran la experiencia, los nuevos fruticultores son adeptos a estudiar y tener datos concretos para tomar decisiones.
—Alguien que riega sabe que el agua va a llegar hasta cierta parte del campo. ¿Por qué? Tiene la experiencia. A nosotros nos interesa medir la pendiente del terreno. Finalmente, puede que lleguemos al mismo resultado, pero nos gusta saber por qué se produce —afirma Raimundo Arnaiz.
En parte se explica por el perfil profesional de los nuevos fruticultores. Todos han pasado por la universidad y varios tienen estudios de posgrado. Uno de los favoritos es en Gestión de Empresas Agroalimentarias. Otros, incluso han viajado a estudiar fuera del país.
Ese interés por tener datos objetivos para tomar decisiones tiene un efecto de bola de nieve.
—La agricultura en Chile se ha desarrollado en forma aislada y con muchos asesores que tienen su receta. Nuestro desafío como país es cómo unificamos y estandarizamos los procesos —agrega Olivos.
El candidato a doctor explica que la realidad que le tocó ver en California fue distinta. Con instancias en diferentes niveles, por rubro o geográficas, para contrastar las pautas de trabajo.
Aunque reconoce que en Chile no hay mecanismos estables para contrastar y transmitir información sobre prácticas frutícolas, Olivos ve un creciente interés entre los más jóvenes.
Mostrar las experiencias propias, con aciertos y errores, permite establecer relaciones de confianza con otros agricultores.
A falta de una red estatal de investigación y desarrollo, la apertura a transmitir y recibir información entre privados permite mejorar el conocimiento frutícola en la zona.
En la nueva generación la idea de guardar información de manera privada es vista como opuesta a la fruticultura moderna.
Retorno de los jóvenes al campo
José Miguel Figueroa prefiere ver el medio vaso lleno.
—En la agricultura, no solo en Chile sino que en el mundo, el uso de tecnologías es bajo si se lo compara con otros rubros de la economía. Por eso hay un gran espacio para crecer en la adopción de nuevas tecnologías en los próximos años. Eso puede ser muy atractivo para los más jóvenes.
Temas como big data en la producción y el uso de nuevas tecnologías son los que miembros de Prosexta ven en el horizonte. De hecho, las exigencias de trazabilidad por parte de los compradores son cada vez mayores, por lo que se requiere levantar una gran cantidad de datos en la producción frutícola. Eso solo es posible mediante el uso intensivo de tecnologías.
Felipe Rieutord cree que se está cambiando el tradicional patrón de migración de jóvenes del campo a la ciudad.
—Hoy los jóvenes están valorando mucho la calidad de vida en el campo. Gente que está cansada de vivir en Santiago se está moviendo a zonas rurales.
La mejora de la infraestructura camionera y de telecomunicaciones también ayuda a que la distancia con los beneficios de los centros urbanos hoy sea menor.
De hecho, están conscientes de que el agro genera interés por parte de gente que no está en el rubro.
Consultas sobre dónde conseguir tierra disponible y en qué rubros invertir son constantes para el grupo de fruticultores.
La llegada de inversionistas no cesa, lo que está inyectando prácticas más profesionales tanto en la gestión administrativa como en el manejo de los campos.
De hecho, está surgiendo una tendencia a externalizar la mayor cantidad de trabajos. La contratación de empresas especializadas permite reducir los costos fijos de personal.
Lo interesante es que no se trata de actores locales, sino que la producción de fruta en O'Higgins también está llamando la atención a nivel global.
—Están llegando muchos fondos de inversión a la fruticultura. Son proyectos que tienen recursos importantes —sostiene Andrés Olivos.
El aumento de las escalas de producción y el encarecimiento de la tierra está cambiando la vida en las zonas rurales de la Región de O'Higgins.
—Hay productores pequeños de rubros tradicionales, como el maíz o las chacras de hortalizas, que no lo han pasado bien en los últimos años y los veo complicados. Tienen siete hectáreas y no les da económicamente. Es gente mayor que está vendiendo su tierra, mientras llegan inversionistas de fuera de la zona con recursos importantes —sostiene Rieutord.
El fruticultor cree que sin asociatividad de los pequeños agricultores y un apoyo financiero inicial es casi imposible que puedan hacer la transición a una fruticultura moderna.
Contraparte técnica
Uno de los sellos de los nuevos fruticultores de la Región de O'Higgins es su interés por la asociatividad.
Sin embargo, Andrés Olivos advierte que no es fácil encantar a los agricultores con el trabajo gremial o colaborativo.
—Trabajas todo el día y te juntas a las ocho de la noche para discutir un tema denso como el control de la Lobesia botrana.
La labor es ad honorem.
¿Por qué entonces gastar el tiempo propio en pos de los demás?
Existe una sensación transversal de que si ellos no están presentes, las autoridades no tienen una contraparte técnica con la que discutir en las medidas.
En los últimos años, plagas como la Lobesia botrana o la Drosophila suzukii han puesto en alerta a los fruticultores. La persistencia de focos de mosca de la fruta en la Región Metropolitana los tiene preocupados. Ellos están en el día a día de muchos campos, por lo que dimensionan de primera mano los peligros, así como tienen claro qué medidas de control tienen sentido técnico o no.
—Cuando llegó la lobesia se notaba que no había nadie científico, se pedían cosas que no tenían ningún resultado. En las asociaciones gremiales participan pocos. Hay que estar presente con los tomadores de decisiones. Hay temas técnicos que hacer presente. Se pueden poner creativos con la legislación y hacerla impracticable —sostiene José Miguel Figueroa.
Eso sí, creen que lo mejor es evolucionar a un modelo más estable, con profesionales representando a los agricultores. El gran “pero” es generar un ingreso estable para las asociaciones de productores locales.
Saben que todavía tienen tareas para la casa. Sin embargo, son jóvenes y tienen ganas de cambiar la fruticultura de O'Higgins.
85.284
hectáreas de frutales sumó la Región de O'Higgins en 2018. Sumó 7.981 hectáreas en tres años, lo que equivale a un crecimiento de 10,3% respecto de 2015
67,5%
de la superficie chilena de ciruelo europeo se encuentra en la Región de O'Higgins. El fruto se destina principalmente a la agroindustria del secado
Fuente: Revista del Campo, El Mercurio
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